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Ventajas y beneficios de un sillón de lactancia mecedora
Una cuestión que siempre se suele hacer antes, durante o después del embarazo, es si merece realmente la pena comprar un sillón de lactancia en esos momentos tan bonitos y emotivos que acompañan a la maternidad.
El nexo de unión que se establece entre madre e hijo cuando se le da el pecho, es algo verdaderamente mágico, pero no nos engañemos, aunque ha sido una de las experiencias más alucinantes de mi vida, y la recuerdo con mucho cariño, también ha sido una de las más duras. Sobre todo esas noches interminables en las que mi niño, lloraba desconsoladamente porque tenía hambre o no podía dormir porque estaba malito.
Soy madre de dos hijos, con poquitos años de diferencia, y cuando nació el primero, todavía no tenía mi sillón de lactancia en casa. Al principio, le daba el pecho en la cama, me ponía unos cojines y la almohada y me apañaba como podía. Había días que no soportaba el dolor de espalda, además me levantaba destrozada porque me costaba un montón que dejara de llorar y tenía que estar mucho tiempo con posturas imposibles.
Finalmente mi marido me lo trajo por sorpresa a casa y entonces me arrepentí por no haberlo tenido mucho antes. A mi personalmente me resultó muy cómodo, práctico y efectivo. Me hacía tener la espalda recta y los apoya brazos me ayudaban a sostener a mi niño evitándome hacer fuerza, lo que mejoró mis problemas de espalda. Había noches que me las pasaba casi enteras en el sillón. Con el balanceo, mi hijo en seguida se quedaba frito, siendo todo un alivio y un descanso. Asi que con el segundo hijo ya le saqué partido desde el principio y lo usaba para dormir a ambos.
Ahora lo seguimos teniendo y lo seguimos usando pero de otra manera. A mí me encanta de vez en cuando seguir meciéndome y relajándome en él, me trae unos recuerdos maravillosos. Y mis hijos se lo pasan en grande jugando a los indios y vaqueros como si fuera un caballo. Aunque siempre les regaño, he de confesaros que se me cae la baba viéndolos trotar, uno en cada brazo del sillón con esas sonrisas de oreja a oreja.
La cuestión es que, a pesar de todo el trote, sigue aguantando como un campeón, y espero que algunos años más. El día que me tenga que deshacer de él, estoy segura que me va a costar trabajo emocionalmente hablando. Por eso ante la pregunta de si realmente merece la pena comprar un sillón de lactancia mecedora que me hacen algunas de mis clientas, mi respuesta es claramente un sí. Y lo digo como experta en mobiliario, y sobre todo, como madre.
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cofcof
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